Mi cuerpo
sigue ahí, vivo, aunque muy dolorido, junto a mi alma muerta. Ese corazón que
antes latía con fuerza y alegría ahora simplemente late por destino, por esas
ganas de luchar, y esas ganas de volver a ser feliz algún día. Me siento
apuñalada, apuñalada por el pasado y muerta por el presente. Mi alma sangra con
fuerza, no se puede resistir, no deja de sangrar. Un río sin fin cruza mi
esencia, en su fría presencia de soledad total. Los recuerdos fluyen en mi
cabeza como un deyabu, y no quieren dejar de soltarme. La rabia se acoge de mi
cuerpo con su inmensa fuerza de destruir, y parece ser que mi presencia solo
existe para hacer sufrir. Un inmenso vacío se apodera de mí, un corazón sin
latidos que intenta seguir viviendo dentro de mí. Pero ese corazón parece
caerse, caerse hasta el fondo de la oscuridad, inalcanzable para mí. Me siguen
unos susurros que aún viven en ese corazón perdido, me susurran un fuerte grito
de deseo al oído. Quiero desprenderme, quiero desprenderme de mi cuerpo y salir
volando, quiero empezar de nuevo, dejar atrás ese pasado casi olvidado. Pero el
cuchillo me atrapa, en el suelo, en el vacío. Lo siento clavada en mi alma como
la realidad, partiéndome el corazón en dos.
Pero no, esta
vez no, esta vez no me dejaré vencer. Esta vez seré más fuerte aún, y haré todo
por desprenderme de lo que me acoge desde el interior, y salir como un pájaro
recién nacido de su pequeño pero grande nido. La libertad me llama, y la
acogeré con los brazos estirados y el corazón recién curado.
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