Correr para buscar un pequeño refugio
debajo de tiendas que poco le falta para
cerrar.
Saltar en los pequeños charcos
que se encuentran al lado de las aceras.
Mojarme los calcetines,
empaparme hasta las rodillas.
Reírme a carcajadas.
Sentarme en un pequeño banco,
sintiendo su compañía.
Encender un cigarrillo, y.
Ya sé, no sabe igual un cigarro
fumado con cualquiera.
Pero éste no es el caso.
Poco se ve ya, dos pequeñas luciérnagas
que se van consumiendo poco a poco.
Y ese humo blanco que se combina
con la niebla que hay.
Hora de irse.
Sólo me queda pasear por las huellas
que dejan sus zapatos.
Mientras cae el diluvio universal.
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